Hoy, navegando por internet, ha aparecido esta opinión que
redacté hace 4 años ya, pero en pleno debate de mairalesas y mairals, no parece
que pase de moda. Algunas pensamos que esas fiestas tan queridas como son las
de San Lorenzo, necesitan una actualización, no sólo en este aspecto. Espero
vuestros comentarios, si es que llegáis a leerlo.
Estamos padeciendo en Huesca un fenómeno de resistencia al
cambio. Este fenómeno habitual a nivel individual, salta a la palestra a nivel
colectivo en determinadas condiciones de presión y temperatura política y mediática.
La resistencia al cambio es tan natural como la vida
misma, queremos lo que tenemos y
cualquier modificación produce temor a la pérdida e incertidumbre ante el qué
pasará.
Tenemos una larga lista de resistencias colectivas en esta
ciudad. Sin esforzarme mucho surgen varias: La peatonalización del Coso con
fuerte contestación social y que ha logrado cambiar hábitos “de toda la vida”;
las propuestas para revisar y actualizar algunos aspectos de las fiestas
de San Lorenzo como las mairalesas, con
objeto de que su representatividad fuera más acorde al año con el que nos
encontramos que de mediados del siglo anterior, o más recientemente, el
sorprendente interés mediático sobre la asistencia a misa de los Concejales,
motivado por la actualización del Reglamento de Protocolo. Son sólo tres de los
muchos ejemplos de resistencia, que en algunos casos, si no fuera por la de
ríos de tinta y comentarios no siempre desde la información y el respeto, no
pasarían de ecdóticos.
Dicen, que en la
India, a los elefantes se les ata con cadenas a un árbol cuando son pequeños,
para que no escapen. Cuando crecen, han aprendido que junto al árbol no pueden
liberarse y siguen junto al él sin necesidad de permanecer atados.
La costumbre, que algunas personas erróneamente se apresuran
a calificar como tradición, es la excusa ideal para la resistencia, para
mantenernos atados al árbol sin cadenas y para la frustración de personas y
ciudades. Primero creamos la costumbre y después la costumbre nos crea a
nosotras.
Algunas personas, queremos hacer de Huesca una ciudad en
construcción colectiva y permanente,
como decía Einstein no se puede mejorar haciendo siempre lo mismo y si
bien es cierto que no todo cambio implica una mejora, si pretendemos hacerlo,
debemos estar dispuestas a revisarnos y construir entre todas las que deseen
participar, el camino colectivo hacia esos cambios.
Sobre las costumbres que parecen inamovibles, la resistencia
ya fue vencida con anterioridad. ¿Alguien piensa que las fiestas, la forma de
entender la ciudad y su entorno, la política, la representatividad o las formas
de movilidad son las mismas ahora que hace 60 años? ¿Serán las mismas de aquí a
los próximos 20 años? El empeño en mantenerlas intactas es cuando menos vano, puesto que las
costumbres que conocemos "de toda la vida" no son las mismas que
fueron de "toda la vida" unos años atrás. Ello no supone una pérdida
de raíces culturales, sólo las actualiza necesariamente.
En este equilibrio de fuerzas entre la resistencia y el
cambio, esperaremos encontrar la virtud aristotélica. Para encontrar ese
equilibrio, algunas personas seguiremos intentando que la ciudad aproveche las grandes
posibilidades que tiene para que todas vivamos bien, de manera justa y respetuosa con las personas (con todas) y el
medio y eso pasa ineludiblemente por
cambiar. En la mano de cada persona está
ver si ante la separación del árbol al que no estamos atados nos paralizamos y
nos defendemos o lo vivimos como una oportunidad para la escucha , el diálogo
con el que no opina como yo, para la mejora, el compromiso y la participación,
que hagan de ese camino colectivo un cambio aún más rico.
Completamente de acuerdo, no puede estar mejor explicado ni escrito la manera de ser y de proceder en Huesca.
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